La mayor parte de la
historia que conocemos del México antiguo se desarrolló en la región centro y
sur de nuestro país, es decir, en Mesoamérica. Este hecho se debe, tal vez, a
que los grupos humanos de mayor esplendor radicaban en esta área; muestra de
ello son las obras monumentales que se han encontrado en lo que antes era
Mesoamérica.
Mesoamérica debe su nombre a
su posición geográfica, ya que se encuentra en una posición intermedia del
continente. También, se debe a su localización el desarrollo de una gran
diversidad de culturas, pues, en tanto que área geográfica, Mesoamérica
constituye un mosaico ecológico, por la confluencia en este territorio de una
variedad inigualable de climas y ecosistemas (que incluyen desde cadenas montañosas
hasta amplias planicies costeras).
Así pues, Mesoamérica es un
mosaico cultural, por la diversidad de sociedades que participaron en el
proceso histórico y por las diferentes vías que siguieron en su evolución. A
pesar de la diversidad, estos pueblos fueron capaces de construir una unidad
cultural en torno al cultivo de maíz y de crear una tradición.
Entonces, la unidad
mesoamericana no implica una evolución paralela de los pueblos, ni consiste,
únicamente, en la existencia de rasgos comunes; más bien, se debe a una
historia compartida, a partir de la cual, se edificó una importante tradición,
que, en algunos casos, sigue vigente hasta nuestros días.
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