A principios de la segunda
mitad del siglo XIX, el campesinado enfrentaba un terrible problema: el
desalojo de las tierras que trabajaban. Ninguno de los principales partidos
políticos de la época tomó en la debida consideración la situación de los
campesinos. Sin embargo, la situación de este sector de la población se vio
agravada con la publicación de la Ley Lerdo, por la cual las comunidades indígenas
se vieron imposibilitadas a adquirir nuevos
terrenos, pues no contaban con el dinero necesario, de manera individual, para
la compra de tierras. Esta situación incrementó las desigualdades sociales y
económicas de la sociedad mexicana de esta época.
Por otro lado, además de
enfrentarse a los Conservadores, los Liberales, tuvieron que enfrentarse a una
fractura interna, pues la forma de gobierno, el tema de las corporaciones y la
relación entre la Iglesia y el Estado, eran cuestiones que dividían
internamente a los liberales en dos grupos: moderados y radicales. Debido a
estos puntos de choque, la unión de los liberales fue imposible, hecho que tuvo
como consecuencia, entre otras cosas, el establecimiento del Segundo Imperio
Mexicano.
Durante su imperio,
Maximiliano intentó mejorar las condiciones de las comunidades rurales, pero no
contaba con la suficiente fuerza política para lograr la reforma social del
campo, pues aún existía la presión de los liberales que le restaba poder. En
esta línea, los Liberales se preocuparon muy poco por la cuestión campesina,
debido a que muchos de sus principales líderes eran latifundistas que defendían
sus intereses.
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