El ascenso en el poder de Porfirio
Díaz se debió a que en los inicios de su mandato abanderó el principio de la
no-reelección. En ese momento, los mexicanos anhelaban que tal principio se
convirtiera en una realidad, pues ya conocían las catastróficas consecuencias
de mantener a un gobernante por un largo período de tiempo.
Sin embargo, en 1888, Díaz anunció su
establecimiento definitivo en el poder y una mayor centralización de las decisiones
políticas. Ante estos hechos, hubo múltiples reacciones de distintos grupos.
Nuevos grupos, entre ellos, “científicos” y reyistas, contendieron por una
mayor influencia en gobierno.
Por otro lado, el proyecto
de desarrollo de Díaz favorecía ante todo a los inversionistas. Pero, para
finales del régimen estos grupos resintieron una estructura política rígida que
limitaba sus oportunidades. Aunado a esto, la censura y los instrumentos de
represión fueron utilizados por la administración porfirista para combatir el
descontento popular.
En conclusión, fueron muchos
los factores que se conjugaron para que estallara la revolución mexicana, pero
el principal de ellos fue la pérdida de poder de las clases medias de nuestro
país a partir del segundo Porfiriato.
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